sábado, 4 de octubre de 2008

A la hora en el que el crepúsculo dejo libre las luces del día, y el cantar de las aves chocaba con el aire, el ejército libertador entraba victorioso por las calles bañadas en sangre. La gente que entre tanto alboroto por primera vez encontró un racimo de paz y de esperanza y salio de sus cuevas maltrechas por el tiempo a recibir a los amigos de la libertad, a los defensores del individuo como tal, a los dueños de la verdad.

Ya hace medio siglo que el hombre no tuvo impedimentos para oprimir a su semejante, el razonamiento no fue falta, sino causa de que el hombre no pensara mas en si mismo, ya hace 500 años que las grandes ciudades llenas de lujo y de modernidad habían desaparecido, hace 500 años se emprendió una lucha, la mas cruel de todas las guerras emprendidas, que dejaron al olvido la tercera guerra mundial y sus futuras secuelas.

La batalla estaba ya escrita por los viejos adivinos del extinguido Perú, con puño y letra habían escrito cual seria el futuro de la raza humana y había descrito exactamente como seria el punto inicial de la guerra. Juanacho, ultimo profeta de la cultura inca, que había perdurado en el tiempo, ocultos para no transformarse en objeto de museo viviente, salio a la luz un 19 de febrero de 1999, y soltó por cada rincón del Perú su ultimo escrito, donde decía que al cambiar el milenio el hombre pasaría a ser una maquina, llena de vida artificial, con la cual la sociedad se iba a entregar como una puta herida, y que juntos gobernarían el mundo entero, pero que de las raíces insurrectas de los pueblo que nunca se liberaron de sus padres comprenderían que las luz siempre estuvo en sus corazones y que seria palabra de ellos la verdad.

- vamos a celebrar amigo mío- me decía Roberto apartándose del pelotón- que este tiempo fue muerto, ahora empieza la era del hombre

Yo estaba estupefacto, no entendía como la gente nos recibía con los brazos abiertos, si lo mas probable que por nuestras manos hubieran muertos sus padres y hermanos, el olor a muerte que albergo nuestra travesía, desde cabo de hornos hasta el norte de Venezuela, las ciudades que había visto por televisión estaban consumidas por las cenizas, las balas habían reemplazado al pasto, los automóviles quemados y destruidos eran el paisaje que vislumbraba el horizonte. Miraba a la gente con sus risas de esperanza que cubrían las laceraciones del tiempo, pero lo que no sabia, era si celebraban por la victoria conseguida, o porque esto simplemente habían terminado, sin saber que tan libre eran, o seguirían siendo, no importaba creo yo, sus futuros hijos no morirían, y los pasados no volverían.

2 comentarios:

david dijo...

hay esta la primera entrega del libro
jajajajjajaj
bueno hay detalles que se van a ir corregiendo mientras avanze en la obra, voy en el capitulo 4
este es el primer capitulo.

Sans-culottes dijo...

Compadre, nada que decir, estuvo excelente. Se nota que tienes herencia de autores clásicos de la literatura sudamericana. Sigue así, espero el segundo capítulo, de todas formas no olvides ponerle título a cada capítulo y el número respectivo que le corresponde.
Aquí te dejo el capítulo corregido, léelo; le arregle los acentos y comas y algunos puntos seguidos:

La hora en el que el crepúsculo dejo libre las luces del día, y el cantar de las aves chocaba con el aire; el ejército libertador entraba victorioso por las calles bañadas en sangre. La gente que entre tanto alboroto, por primera vez, encontró un racimo de paz y de esperanza y salió de sus cuevas maltrechas por el tiempo a recibir a los amigos de la libertad, a los defensores del individuo como tal; a los dueños de la verdad.

Ya hace medio siglo que el hombre no tuvo impedimentos para oprimir a su semejante, el razonamiento no fue falta, sino causa de que el hombre no pensara más en sí mismo. Ya hace 500 años que las grandes ciudades llenas de lujo y de modernidad habían desaparecido, hace 500 años se emprendió una lucha, la más cruel de todas las guerras emprendidas, que dejaron al olvido la tercera guerra mundial y sus futuras secuelas.

La batalla estaba ya escrita por los viejos adivinos del extinguido Perú, con puño y letra habían escrito cuál sería el futuro de la raza humana y había descrito exactamente como sería el punto inicial de la guerra. Juanacho, último profeta de la cultura inca, que había perdurado en el tiempo, ocultos para no transformarse en objeto de museo viviente, salió a la luz un 19 de febrero de 1999, y soltó por cada rincón del Perú, su último escrito, donde decía que al cambiar de milenio el hombre pasaría a ser una maquina, llena de vida artificial, con el cual la sociedad se iba a entregar como una puta herida, y que juntos gobernarían el mundo entero, pero que de las raíces insurrectas de los pueblo que nunca se liberaron de sus padres, comprenderían que las luz siempre estuvo en sus corazones y que sería la palabra de ellos, la verdad.

- vamos a celebrar amigo mío- me decía Roberto apartándose del pelotón- que este tiempo fue muerto, ahora empieza la era del hombre

Yo estaba estupefacto, no entendía como la gente nos recibía con los brazos abiertos, si lo más probable que por nuestras manos hubieran muertos sus padres y hermanos, el olor a muerte que alberga nuestra travesía, desde cabo de hornos hasta el norte de Venezuela, las ciudades que había visto por televisión, estaban consumidas por las cenizas. Las balas habían reemplazado al pasto; los automóviles quemados y destruidos eran el paisaje que vislumbraba el horizonte. Miraba a la gente con sus risas de esperanza que cubrían las laceraciones del tiempo, pero lo que no sabía, era si celebraban por la victoria conseguida, o porque esto simplemente había terminado, sin saber que tan libres eran, o seguirían siendo, no importaba creo yo; sus futuros hijos, no morirían, y los pasados no volverían.